Ciutadans de Catalunya

22 de febrero de 2006

El tripartito catalán camina hacia su crisis y rápidamente será historia y en algunas cosas dejará su rastro, sobre todo en aquellas cosas a las que no les pongamos atención, si permanecen en las costumbres y ya no se da marcha atrás, si se asumen por inercia o por pereza y ocurren a diario y se refuerzan, que así es como las huellas se hacen imborrables.

No tiene sentido que nuestras leyes se vean modificadas si nosotros no lo deseamos así, o nuestros derechos sean rescritos si nunca lo pedimos, nuestros problemas y los de casi todos los ciudadanos de Cataluña han sido otros diferentes; nuestros votos se unieron a los de otros muchos para llevarnos a otra situación, porque ésta es o me parece a mí absurda, y todos los menudos asuntos que nos atañen se han quedado fuera del quehacer político o quizá carecen de importancia, y son despreciables, es plausible que a las altas esferas de decisión catalanas nuestros intereses les parezcan irrelevantes, por eso nadie les ha dedicado un minuto, es decir, que es como si nosotros no existiéramos para ellos.

Los españoles de Cataluña no debemos tolerar que nuestros derechos no estén a la altura de nuestra voluntad de libertad, no debemos consentir que el Govern nos oprima aún más o de peor manera si otra vez permanecemos en silencio, hay algunas pocas cosas en la vida de cada hombre que deben ser respetadas para que éste no se rebele, no debemos soportar que se sigan valiendo de lo que no es cierto ni legítimo, ni un día más, que nos supongan sumisos si no exigimos justicia o sin arrestos si nos quedamos quietos, en desamparo si nos tiranizan o sin dignidad porque no tenemos bandera a la que acogernos. Que nos crean esclavos porque no exigimos nuestros derechos.

Tenemos una oportunidad para la recuperación de nuestras libertades en la creación de este nuevo partido político que nace de la elite cultural catalana y se enraíza en la ciudadanía sencilla, que es la que le dará pujanza. Y será la última oportunidad. Si no la aprovechamos, seremos los únicos responsables de nuestros infortunios futuros (la ciudadanía es siempre la última responsable de las enajenaciones de sus gobernantes, y su garante o fiadora, la que paga todas las facturas por sus platos rotos).



Patriotismo enfermizo

20 de febrero de 2006

Ciutadans, Ciudadanos:

Cuando una Ley no tiene rigor ni legitimidad, y es una simple satisfacción de aspiraciones identitarias o sentimentales de un grupo, por poderoso que sea económica o políticamente, hay que luchar contra ella porque te asiste el derecho natural a la defensa propia.

Asumamos el serio trabajo de convencer a los ciudadanos residentes en Cataluña de que son ciudadanos, antes que patriotas de ningún signo. De que el patriotismo es una enfermedad mental, como la cleptomanía, la paranoia, la neurosis obsesiva o la pedofilia.

Lo es el patriotismo españolista, por ridículo y mediocre. Lo es aún más el patriotismo catalanista, que además de ridículo y mediocre, es provinciano.



Certezas morales

16 de febrero de 2006

La gente no tiene tiempo para pensar, de acuerdo, es así. Y, en cambio, la propaganda política es muy poderosa, y un sustitutivo de la reflexión. El PSOE, que se caracteriza por su desprecio al intelecto de sus votantes, opina que puede vender cualquier cosa o disfrazar la realidad sin limitaciones. Pero desdeña con ello que cada persona posee un último reducto interior inexpugnable al panfleto, sobre cuyo contenido no tiene que recapacitar siquiera, y que forma parte de lo que denominamos convicciones morales; certezas que no requieren demostración, porque su sentido común las avala.

Os hablaré de una: el 11 de marzo de 2004 España sufrió un descomunal atentado terrorista en Madrid. El PP anunció: "Ha sido ETA". Certeza moral de los individuos: “Han sido los islamistas, diga lo que diga el PP”.

Y como primera consecuencia, el partido que, llevándole la contraria al pueblo, apoyó a EEUU en su invasión a Irak, fue expulsado del gobierno de la nación. El pueblo soberano, traicionado por sus representantes, los mandó a la oposición. ¿Fue alguna clase de represalia, como cree el PSOE? No, se equivoca y el error le costará muy caro. Fue algo que atañó a la soberanía del pueblo, que es un ente colectivo formado por adición de esos reductos interiores individuales.

La segunda consecuencia, ya más en frío, es que el pueblo recapacita desde entonces sin poner casi atención, y se ha venido preguntando: “¿Qué nos hicieron los islamistas el 11-M? ¿Por quiénes nos han tomado? ¿Es tolerable?”. Y su respuesta es: “No”, y también es ésta una cuestión de soberanía. Y de dignidad. Un pensamiento que cala en el reducto interior de las convicciones. Y, como consecuencia, apunta desde entonces la xenofobia y el desprecio hacia los musulmanes, que están bajo sospecha permanente. Es inevitable.

Tampoco al pueblo español le pasan desapercibidos los agravios de Mohamed VI, ni sus torvas intenciones respecto a Ceuta y Melilla, que son las mismas que tuvo su padre respecto al Sáhara. Los más cobardes de los españoles (y todos los nacionalistas) las dan por perdidas, o incluso lo desean, y se lavan la conciencia hablando de integridades territoriales. Los demás españoles añaden otra convicción al reducto: “El Islam no es nuestro aliado, sino nuestro enemigo, como siempre lo ha sido desde tiempos ancestrales”.

En resumen: el mismo pueblo que borró al PP del mapa político español actual no perdonará al PSOE sus guiños al Islam. Cada vez que ZP habla de su alianza de civilizaciones el PSOE pierde votos de españoles que se sienten agraviados. Porque los españoles no somos todos como Pilar Manjón, que es capaz de perder a su hijo en el atentado y correr a llamar asesino a Aznar, olvidándose de que los que pusieron las bombas fueron los terroristas islámicos; y sin percibir (gracias a su sectarismo enquistado) que así está justificando la muerte de su hijo, puré de carne necesario para restablecer la justicia mahometana.

Y os hablaré de otra: Lo mismo sucede con el acercamiento del PSOE a ETA en un intento de conseguir la paz vasca. El español sabe, está convencido en ese reducto interno suyo, que la negociación con ETA fracasará. Lo intuyen –lo intuimos- todos.

Porque ETA no es un ente democrático con el que se pueda negociar. Así como ZP solicitó su vergonzoso permiso al Congreso para negociar con ETA, ésta no tiene asamblea a la que pedir permiso. Su organización interna no es asamblearia. La cúspide se gana con currículo, y es para los más sangrientos o crueles, para los más fanáticos. Cada vez que algún etarra ha negociado a nivel individual, ha sido asesinado por sus compañeros.

Y lo que es peor, cuando ETA ha pactado su disolución como colectivo (ETA-pm, a la muerte del dictador), ha sido relevada por otra nueva ETA de irreductibles que ha continuado con el proceso terrorista. O sea, que hay tantas etas posibles como vascos separatistas. Cualquier compromiso alcanzado con un grupo de etarras no ha de ser necesariamente asumido por los demás, que se auparán a la cúspide para continuar su negocio mafioso y criminal. Los primeros en saber esto son los componentes de la actual cúpula de ETA. Por eso, su negociación es una pantomima, quizá para rearmarse, quizá para comprobar cuán profundo es el recto de Zapatero.

En resumen: el mismo pueblo que borró al PP del mapa político español actual tampoco perdonará al PSOE sus guiños a ETA. Cada vez que ZP habla de la paz en Euskadi, el PSOE pierde votos de españoles. Porque los españoles no son todos tan generosos como la hija de Ernest Lluch, que fue capaz de pedirle a Aznar que negociara la paz con ETA tras perder a su padre en un atentado; olvidando que los asesinos no quieren para sus enemigos más paz que la de los cementerios, y sin percibir que así está justificando la muerte de su padre, cráneo reventado necesario para la independencia vasca.

Pobres mujeres, las dos. Menudas pesadillas deben de padecer.



Adios a clitoris y prepucios

8 de febrero de 2006

La política se ocupa de lo contingente inmediato, no parece preocuparle demasiado el futuro. La dinámica electoral así lo exige: nadie gana unas elecciones proponiendo soluciones para problemas que se han de presentar dentro de muchos años, porque para entonces quizá no vivamos ninguno de nosotros y, además, porque la vida cotidiana nos plantea ya muchos problemas perentorios a los que hacer frente.

La única función biológica humana que parece diseñada para garantizar el futuro, la reproductora, tampoco parece preocuparse más que de lo próximo en el tiempo. Así, no pensamos nunca en el bienestar de nuestros bisnietos, que nos resultan tan extraños como pueda serlo un vecino. Por otra parte, la procreación se ha convertido en un lujo acorde al de todas las comodidades y caprichos de los que tendríamos que privarnos por su causa. En consecuencia tenemos pocos hijos, si es que alguno. Y caso de tenerlos, se convierten también ellos en un problema inmediato.

La pirámide de edades demuestra que la civilización occidental cristiano-liberal desaparecerá engullida por otras mucho más poderosas: De los 6.000 millones de habitantes del globo, unos 4.630 profesan alguna de estas religiones: Judaísmo: apenas 14; Hinduismo: 760; Budismo: 355; Cristianismo: 2.300; e Islamismo: 1.200. Religiones que son más bárbaras las unas y menos las otras. No importa su lógica interna o su ontología: Lo único sustancial para su supervivencia es su demografía.

Yo no echaré ni una lágrima por la extinción de las religiones cristianas, divididas y cainitas, pero sí por nuestros pocos descendientes, cuya forma de vida cambiará radicalmente, en minoría como estarán, rodeados de gente con creencias radicales, totalitarias y excluyentes.

EEUU, cuyos centros de estudios estratégicos saben mucho de todo esto, se está defendiendo a su manera: armándose hasta los dientes, fomentando la natalidad interior e impidiendo la inmigración de musulmanes, merced al fundamentalismo religioso que tomó el poder con Bush. Y la respuesta del Islam resultó contundente: el 11-S. También lo fue la réplica de EEUU: las invasiones de Afganistán e Irak. Quizá la de Irán esté próxima.

Los países europeos, que como Francia han explotado la inmigración musulmana desde hace muchos años, sufren ya sus consecuencias: las revueltas de 2005 en las principales ciudades francesas fueron un primer aviso del holocausto futuro. Un curioso holocausto en el que no les hará falta matarnos porque ni siquiera naceremos para plantarles cara. Europa, débil y dividida, cuajada de traidores, caerá víctima de las políticas igualitarias suicidas de la Izquierda, basadas en los valores cristianos de la integración, de la igualdad y la fraternidad.

Y hablemos ahora en clave local. De la nueva Nación Catalana en ciernes, cuya capacidad prospectiva es irrisoria. En efecto, Idescat, pronostica, para el 2030, “escenarios”, que no realidades. Y tiene cuatro. Pero, pregunto yo, si las tendencias procreadoras de los catalanes están bien definidas y constituyen el escenario bajo (índice de fecundidad 0,6), ¿a qué viene el escenario alto? Pues viene a tener en cuenta la inmigración. Hoy habitamos Cataluña 6,5 millones de personas. Y, según el escenario bajo, seremos un 2% más en 2030, sin inmigración; o hasta un 42% más, con ella, en el escenario alto. Hablando en plata, en 25 años (una generación) habrá entre 130.000 y 2.730.000 catalanes más. ¿Más claro aún? Que los inmigrantes pueden llegar a producir 2.600.000 catalanes, la mayor parte de ellos con chilaba o velo.

Si todo va según ese escenario alto durante un par de generaciones, los catalanes vivirán para entonces bajo el imperio legal de la Sharia, y sobrarán clítoris y prepucios. Y como desde los tiempos de Zapatero (al que se pedirá que Alá bendiga) será legal la poligamia, la máquina uterina de la victoria (la mujer sólo servirá para eso, olvidaos de otra cosa catalanas cultas) podrá hasta cuadruplicar su productividad. Tampoco creo que exista el Socialismo para entonces, a tenor del proceder del régimen fundamentalista iraní al llegar al poder, asesinando a todos los opositores al régimen, empezando por comunistas y socialistas. ¿A que al final Zapatero no tendrá ni siquiera un monumento?De modo que cada vez que nos crucemos con un inmigrante con cara de indito de los Andes, sonriámosle, démosle un abrazo y, de paso, un buen trabajo. Porque de él y de sus irresponsables gónadas dependerán nuestros desconocidos bisnietos para no sucumbir a la furia de Alá y su profeta Mahoma.



Un estado a la medida de un presidente, o el dinamitero de la Moncloa

6 de febrero de 2006

Le preguntaron a de Gaulle: "¿Qué es un hombre de estado?"; y respondió: "Es un hombre capaz de asumir riesgos." ¡Qué gran hombre de estado debe ser entonces Zapatero!, pienso yo en consecuencia. Porque no sé de otro presidente español de la etapa actual que haya asumido más riesgos que él, con excepción del presidente Suárez, que asumió incluso el de perder la vida. Y sí, en efecto, fue un gran hombre de estado.

Luego aclaraba de Gaulle, “el mayor peligro de un gobernante es tener una idea clara y precisa, porque creer es siempre elegir un bando y, por ello, perder votos”. Ya no cabe duda. Porque nuestro Presidente está perdiendo votos a espuertas. ¡Qué gran hombre de estado debe ser entonces Zapatero!, vuelvo a pensar yo en consecuencia. Aunque –lo digo por ponerle algún pero, y que no se advierta mi afinidad socialista- quizá eso de la ‘idea clara y precisa’ no sea algo tan seguro. ¿Tiene Zapatero una idea concreta de España? Lo ignoro y sólo deseo que no lo ignore él, a estas alturas.

”Hombre de estado es el que sirve de instrumento y da satisfacción a esa ley natural en fuerza de la cual se forman y crean los estados, que es la misma que crea las especies”. La frase es de Alberdi, un reputado periodista ya fallecido. Supongámosla cierta. Entonces, me digo, ¿a qué especie pertenerá el Estat Català, de inminente formación? Algún insolente responderá que a la misma especie que las rémoras, esos pequeños peces que acompañan a los tiburones debajo de su panza y viven de lo que éste desecha, o de sus excrementos. Yo no lo veo así, porque España no es precisamente comparable a un tiburón. Puede que sí a un besugo, lo digo por la coherencia del discurso de Zapatero, o de sus diálogos con unos y otros. Y quizá porque a los besugos no los acompañan rémoras sea por lo que Cataluña prefiera nadar por su cuenta en la océana mar de la política. Es una idea, aunque estoy seguro de que las hay mejores.

Cataluña, en las actuales circunstancias, se me parece, más que a una rémora que nada bajo la panza, a un Alien; a un espécimen que vive parasitariamente dentro del Nostromo-España hasta que un día, de pronto, abra a dentelladas el pecho de su huésped y corra a esconderse debajo de algún mueble para acabar, al final, por devorarnos a la tripulación del Nostromo entera. Eso es: Cataluña es una especie de Alien: monstruosa, cruel, voraz; de esas que se salen con la suya al final, vamos.

Pero, volviendo al tema: ¿es o no es Zapatero un hombre de estado? No lo sé con certeza, pero me temo que no. Será porque tal concepto se corresponde en mi imaginario con el de un hombre oportuno, con una idea clara del país que gobierna y cuyo futuro tiene previsto. Alguien que se esfuerza para que ese estado sea cada vez más justo, libre y respetado en el mundo: un patriota, vamos. Alguien al que los politólogos calificaran como “un hombre para el pueblo”, o “un hombre a la medida de las circunstancias”.

A mí Zapatero no me parece un gobernante a la medida del pueblo español o de sus circunstancias, sino un irresponsable que está creando las circunstancias para que el pueblo español se busque otro gobernante. Y eso me parece inaudito y me deja, también a mí, en un estado de perplejidad como el que dice tener de continuo el registrador Rajoy (es raro, porque Rajoy no ha compartido puntos de vista conmigo hasta la fecha: ni sereno, ni borracho).

Pero puede que no se trate de eso, quizá lo que pase sea que Zapatero -modesto él- comprenda que no tiene conocimiento suficiente, que no controla ni lidera España como es debido; puede que se crea incapaz de gobernar un estado tan problemático o complejo, y piense que reduciéndolo en cierta medida en extensión y competencias (cediendo algunos territorios a los nacionalistas), se le va a quedar una España más manejable y adecuada para sus capacidades y méritos. ¿Podría ser Zapatero entonces un hombre de estado, aunque fuera de uno más pequeño? Pues no señor, porque así no se comportan los hombres de estado, ni siquiera aunque partan de las circunstancias difíciles de las que arrancó el Presidente el 14 de marzo de 2004.

Yo creo que Zapatero, endiosado por los pelotilleros que lo rodean, ignora que es o se comporta como un cretino; y también creo que confía en exceso en unas intuiciones y tácticas políticas mal adquiridas y pobremente asimiladas. E insinúo que está convencido -más atento a lo contingente que a lo sustancial- de que la dinamita que los sectarios hijos del Corán detonaron en los trenes de Madrid (la misma que lo llevó a la Presidencia del Gobierno de España) es un talismán y también una señal o mensaje de la diosa Fortuna. Y, encegado, se dispone a dinamitar el Estado Español entero para asegurarse el cargo por mucho tiempo.